LECCIONES DE DISCIPULADO
Lección de estudio 2:
El regalo de Dios, la Salvación
El mundo en que vivimos sabe mucho respecto a dar y recibir regalos. Algunas veces el hombre se obstina en comercializar los días festivos. Aun así, el hombre jamás podrá dar el más grande e importante regalo en el mundo – el regalo de la salvación - , dado a los hombres por el Señor Jesús. La salvación es un regalo de Dios. No puede el hombre ganárselo, ni tampoco puede comprarlo. ¡Es gratis para todo aquel que lo pida! (Efesios 2:8-9)
A la salvación algunas veces se le llama de otras maneras. Una forma es, Nacer de nuevo en la familia de Dios. Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, somos, en realidad nacidos en una nueva familia – la familia de Dios. Dios se vuelve nuestro Padre, y nosotros nos volvemos Sus hijos.
Al considerar esto, entendemos que solo hay dos tipos de familias en el mundo. Por un lado, están los que son de la familia del diablo, por otro, los que son de la familia de Dios. Cada persona que conocemos caerá en una de estas dos categorías.
Consideremos la primera categoría, la familia del diablo. En San Juan 8:44, el Señor Jesús está hablando a un grupo y les dice cosas duras en contra de ellos mismos. Les dice que ellos son de su “padre el diablo” (ver también Juan 8:38). Este tipo de familia es la familia común por causa del pecado de Adán. Todos nacimos en esta familia; nacimos en la imagen de Adán, la cual es, la imagen de un pecador caído.
Hemos heredado las características de la familia que pertenece al diablo. Todos poseemos una naturaleza de pecado. Nacemos con ella, y moriremos con ella. No tuvimos que hacer nada para recibir esta naturaleza. La muerte ha pasado a todos por causa del pecado de Adán. (Romanos 5:12) El hombre está en dificultades.
El hombre no puede hacer nada para apaciguar a un Dios justo, es un pecador, y no tiene el beneficio de ser hijo de Dios.
Todos los miembros de la familia de Satanás están sentenciados a morir. Ellos pasarán la eternidad en el infierno. La paga, o el precio por el pecado es la muerte (Romanos 6:23) no hay nada en nosotros que pueda obtener el perdón de esta sentencia. No hay comportamiento o conducta que borre la sentencia dada.
Aunque el versículo declara que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), el mismo versículo nos dice: “más la DADIVA de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” [forma enfática]. Al considerar la familia de Dios, la Biblia nos dice mas a todos los que le recibieron (confiar en él), dioles potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).
Al igual que una persona da un regalo a un amigo, así es como se nos ofrece la salvación. Nunca podríamos ganarla, tampoco la merecemos, Dios la ofrece como un regalo gratis. Al momento de recibir la salvación de Dios nuestro apelativo cambia. Nos despedimos de la familia del diablo, por cuanto hemos nacido en la familia de Dios. Ahora somos hijos de Dios . Al igual que los hijos tienen características de los padres, también nosotros obtenemos la naturaleza divina de Dios (II Pedro 1:4). Una de las metas, ahora que somos cristianos, debe ser el obtener la mente de Cristo para poder vivir la vida en acuerdo con lo que la Biblia nos enseña.
Algunas cosas son obvias en las personas al momento de recibir al Señor como su Salvador. Si usted ha recibido el regalo de Dios, mire algunas de las cosas que han sucedido en usted:
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Se ha vuelto miembro de una nueva familia. Usted ha nacido en ella. La Biblia dice que hemos sido adoptados en ella. También nos enseña que un día entraremos a ella por medio del matrimonio. ¿Porque tanto el énfasis acerca de ser parte de la familia de Dios? La respuesta es sencilla: Cuando naces en su familia, nunca serás desechado. Cuando has sido adoptado, nunca serás desheredado. ¡Cuando te casas en esta familia, nunca habrá divorcio! ¡Nada nos puede separar del amor de Dios!
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Su cuerpo ha llegado a ser el templo del Espíritu Santo. El ha venido a morar en nosotros, a vivir en nosotros, y hacer de nosotros su residencia permanente. ¡El no piensa mudarse, y usted no puede despedirle tampoco! (I Corintios 6:19)
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Ha llegado a ser una nueva criatura. Las cosas viejas pasaron (el estilo de vida viejo, el viejo lenguaje), he aquí todas son hechas nuevas (II Corintios 5:17). El ser parte de una nueva familia le ha hecho una nueva persona también. Este es su “Nuevo comienzo”
Ya soy hijo de Dios – ¿Y ahora qué?
Al dar los primeros pasos en una nueva relación, se dará cuenta que hay varias cosas que tal vez no entiende. Es igual en la vida cristiana. ¡Ha entrado en una nueva relación con el mismo Dios que creó el universo, y que conoce las estrellas por su nombre también! Hemos provisto una lista de cosas que le serán de gran ayuda en su caminar con Dios.
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Al momento de la salvación, Dios vino a ser su Padre celestial, y usted pasó a ser su hijo (Juan 1:12; I Juan 3:1-2).
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Por cuanto ahora estamos en su familia, Dios trata con nosotros como Sus hijos y no como pecadores.
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No hay nada que usted haga que pueda romper esta relación. Dios no deshonra a Sus hijos. Pudiera ser que nuestra comunión con él no sea tan buena, pero la relación, esa se mantiene intacta. El es nuestro Padre, y nosotros somos Sus hijos.
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En base a que nuestra relación es una relación de Padre-hijo, debemos darnos cuenta de algunas cosas importantes acerca de nuestro Padre celestial:
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Un buen padre nunca haría nada malo con la intención de herir a su hijo. (Mateo 7:11).
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Un buen padre ama y siempre tiene cuidado de su hijo (IPedro 5:7).
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Un buen padre siempre protege a su hijo (Mateo 18:6).
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Un buen padre provee las necesidades de su hijo (Filipenses 4:19).
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Un buen padre enseña e instruye a su hijo (Juan 14:26).
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Un buen padre anima a su hijo (Filipenses 4:13).
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Un buen padre disciplina a su hijo (Hebreos 12:5-11).
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Si nuestros padres terrenales harían todas estas cosas por nosotros, ¿Cuánto más nuestro Padre celestial?
Pero, ¿Por qué sigo pecando?
Probablemente se ha hecho esta pregunta: Yo sé que soy parte de la familia de Dios, Se que mi nombre está escrito en el libro de la vida, ¿Pero, por qué sigo cometiendo pecado? ¡Usted no es el único! Todos tenemos problemas con el pecado.
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, él no destruyó la naturaleza pecaminosa que hay en nosotros. La naturaleza que heredamos de Adán sigue presente. Aun si el Diablo no nos tentara, caeríamos en el error de pecar contra Dios, por cuanto está en nuestra naturaleza. La Biblia se refiere a eso como nuestra carne. La nueva naturaleza, el nuevo hombre que recibimos al aceptar a Cristo, algunas veces se le refiere como el espíritu. La carne y el espíritu son enemigos. Cada uno de ellos quiere tener el control, lo cual resulta en un gran conflicto.
El Apóstol Pablo, uno de los más fieles cristianos de los que leemos en la Biblia, tenía los mismos problemas. Romanos capitulo 7 nos cuenta cómo Pablo se sentía confuso porque lo que él quería hacer no lo hacía, y aquello que no quería hacer, constantemente lo hacía. El llegó a la conclusión de que el problema era él mismo, y que la única solución era que el Señor Jesús lo librará de tal debilidad. Si alguien de la talla de Pablo enfrentaba esta situación constantemente, no hay duda de que usted, como un nuevo cristiano también enfrentará las mismas batallas.
No importa cuánto énfasis pongamos en el hecho de que somos nuevas criaturas, recordemos que nuestro Nuevo nacimiento fue uno espiritual. No fuimos despojados de la naturaleza física (puesto que todavía vivimos). Ahora tenemos dos naturalezas que batallan la una con la otra. Las cuales son completamente opuestas. La vieja naturaleza es la pecaminosa, que nos fue heredada por Adán, pero la nueva naturaleza es la que nos fue dada por Cristo. Ambas pelean por obtener el control. ¿Cómo lograr que la nueva naturaleza le controle? Trataremos de ilustrarlo de esta manera:
Había un granjero, quien dependía de la tierra para su sobrevivencia. Aunque no tenía una profesión, hacia uso del sentido común. Años atrás, este granjero había confiado en el Señor como su Salvador, y vivía su vida tratando de complacer a su Dios.
El granjero tenía dos perros. Estos pasaban todo el tiempo peleando, parecía ser algo muy común. Un día, su pastor andaba haciendo unas cosas y pasó a ver al granjero. Al estar platicando, los perros empezaron a pelear.
El granjero, parecía que no se dio cuenta. El Pastor trató de ignorarlo, pero finalmente le dijo al granjero. “¿No vas a hacer algo para detenerlos? ”El granjero solo le miro y dijo: “Si los separo ahora, sé que lo volverán hacer” Ambos miraron la escena por un momento. Finalmente, el pastor preguntó, “¿Quién va a ganar?” El granjero se detuvo en su pensamiento y dijo: “El que mejor alimentado esté”
Y así es con nuestra vida Cristiana. Al batallar con estas dos naturalezas, debemos darnos cuenta de que la vida es una gran batalla. Y que esta batalla la ganará aquel que esté mejor alimentado. Si solo pasamos alimentado la carne, ella ganará, y nos convertiremos en cristianos carnales. Pero, si alimentamos al espíritu, él ganará y seremos así cristianos espirituales. (Ver Colosenses 3:5-10; II Corintios 4:1-18.)
Tomemos un momento y analicemos algunas cosas. ¿Pecará usted aún después de ser salvo? La respuesta debe ser un enfático “¡Sí!” ¿Afectará el pecado su relación con Dios? ¡La respuesta debe ser un enfático “¡No!”. El nunca deshonra a sus hijos, pero sí los disciplina. La disciplina tiene el propósito de regresarnos al Señor y de corregir nuestros caminos. ¿Qué es lo que debe hacer cuando peca? Confesarlo inmediatamente. Si lo confiesa, El le perdona, esa es su promesa dada a nosotros en I Juan 1:9