LA PALABRA DE DIOS TIENE LAS RESPUESTAS
No es nada extraño tener preguntas acerca de la salvación, el cielo, el pecado, o alguna otra cosa referente a Dios y su palabra. Si deseamos saber la verdad, la podemos encontrar en la palabra de Dios, la Biblia, porque la Biblia es la Palabra de Verdad.
Tengo preguntas acerca de...
¿Existe Dios? ¿Cómo puedo saber con seguridad que Dios es real?
Dios se revela a sí mismo través de la Creación. La prueba más fundamental de la existencia de Dios está simplemente en lo que Él ha hecho. "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1:20). "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos" (Salmos 19:1).
Dios no solamente ha hecho un mundo físico complejo y finamente armonizado, Él también ha inculcado un sentido de eternidad en el corazón de cada persona (Eclesiastés 3:11). Nuestro sentido de eternidad se manifiesta en al menos dos formas: legislación de la ley y adoración.
Cada civilización a través de la historia ha valorado ciertas leyes morales, las cuales son sorprendentemente similares de una cultura a otra. Por ejemplo, el ideal del amor es apreciado universalmente, mientras que el acto de mentir es condenado universalmente. Esta moralidad común – este entendimiento global de lo correcto y lo erróneo – apunta hacia un Ser Supremo Moral quien nos dio tal discernimiento.
De la misma manera, la gente en todo el mundo, independientemente de la cultura, siempre ha cultivado un sistema de adoración. El objeto de la adoración puede variar, pero el sentido de un "poder superior" es una parte innegable del ser humano. Nuestra inclinación a la adoración armoniza con el hecho de que Dios nos creó "a Su imagen" (Génesis 1:27).
También Dios se nos ha revelado por medio de la Biblia, Su Palabra. A través de la escritura, la existencia de Dios se trata como un hecho evidente (Génesis 1:1; Éxodo 3:14). La naturaleza de vidas cambiadas en la Biblia, su integridad, y los milagros que acompañaron sus escritos, deberían ser suficientes para merecer un análisis más detallado.
La tercera forma en la que Dios se reveló es a través de Su Hijo, Jesucristo (Juan 14:6-11). "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:1, 14). En Jesucristo "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2:9).
En la vida maravillosa de Jesús, El guardó perfectamente toda la ley del Antiguo Testamento, y cumplió las profecías concernientes al Mesías (Mateo 5:17). Realizó innumerables actos de compasión y milagros públicos, para autentificar Su mensaje y atestiguar de Su deidad (Juan 21:24-25). Luego, tres días después de Su crucifixión, El resucitó, un hecho confirmado por cientos de testigos oculares (1ª Corintios 15:6). El registro histórico abunda en "pruebas" acerca de quién es Jesús. Como dijo el apóstol Pablo, "No se ha hecho esto en algún rincón" (Hechos 26:26).
¿Cómo es Dios?
Dios se revela a sí mismo través de la Creación. La prueba más fundamental de la existencia de Dios está simplemente en lo que Él ha hecho. "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1:20). "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos" (Salmos 19:1).
Dios no solamente ha hecho un mundo físico complejo y finamente armonizado, Él también ha inculcado un sentido de eternidad en el corazón de cada persona (Eclesiastés 3:11). Nuestro sentido de eternidad se manifiesta en al menos dos formas: legislación de la ley y adoración.
Cada civilización a través de la historia ha valorado ciertas leyes morales, las cuales son sorprendentemente similares de una cultura a otra. Por ejemplo, el ideal del amor es apreciado universalmente, mientras que el acto de mentir es condenado universalmente. Esta moralidad común – este entendimiento global de lo correcto y lo erróneo – apunta hacia un Ser Supremo Moral quien nos dio tal discernimiento.
De la misma manera, la gente en todo el mundo, independientemente de la cultura, siempre ha cultivado un sistema de adoración. El objeto de la adoración puede variar, pero el sentido de un "poder superior" es una parte innegable del ser humano. Nuestra inclinación a la adoración armoniza con el hecho de que Dios nos creó "a Su imagen" (Génesis 1:27).
También Dios se nos ha revelado por medio de la Biblia, Su Palabra. A través de la escritura, la existencia de Dios se trata como un hecho evidente (Génesis 1:1; Éxodo 3:14). La naturaleza de vidas cambiadas en la Biblia, su integridad, y los milagros que acompañaron sus escritos, deberían ser suficientes para merecer un análisis más detallado.
La tercera forma en la que Dios se reveló es a través de Su Hijo, Jesucristo (Juan 14:6-11). "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:1, 14). En Jesucristo "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2:9).
En la vida maravillosa de Jesús, El guardó perfectamente toda la ley del Antiguo Testamento, y cumplió las profecías concernientes al Mesías (Mateo 5:17). Realizó innumerables actos de compasión y milagros públicos, para autentificar Su mensaje y atestiguar de Su deidad (Juan 21:24-25). Luego, tres días después de Su crucifixión, El resucitó, un hecho confirmado por cientos de testigos oculares (1ª Corintios 15:6). El registro histórico abunda en "pruebas" acerca de quién es Jesús. Como dijo el apóstol Pablo, "No se ha hecho esto en algún rincón" (Hechos 26:26).
¿Cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios?
Primero, es imperativo entender que el hombre, por sí mismo, es incapaz de conocer verdaderamente a Dios, debido a su pecado. Las Escrituras nos revelan que todos somos pecadores (Romanos 3:11-20) y que ninguno alcanza el estándar de santidad requerido para tener comunión con Dios. También se nos dice que la consecuencia de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que pereceremos eternamente sin Dios, a menos que aceptemos y recibamos la promesa del sacrificio de Jesús en la cruz.
Así que, a fin de conocer realmente a Dios, primero debemos recibir a Jesús como nuestro salvador y el Señor de nuestras vidas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). Nada es más importante que entender esta verdad cuando se trata de conocer a Dios. Jesús deja en claro que solo Él es el camino al cielo y al conocimiento personal de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). Jesús vino a darnos vida al ofrecerse Él mismo como un sacrificio, para que nuestros pecados no nos priven de conocer a Dios.
En segundo lugar, La Biblia, la Palabra de Dios, es esencialmente una carta de amor escrita de un Dios amoroso para nosotros, quien nos creó para conocerlo íntimamente. Pablo le escribe a Timoteo, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (1 Timoteo 3:14-16; 2 Timoteo 3:14-17).
Finalmente, el conocer verdaderamente a Dios involucra nuestro compromiso de obedecer lo que leemos en las Escrituras. No sólo debemos leer y entender la Palabra de Dios, debemos aplicarla en obediencia y permanecer fieles a ella (Hebreos 12).
Desde luego, nuestras vidas comprenderán mucho más, cosas tales como comprometernos en la oración, devoción, compañerismo y adoración. Entonces nuestras vidas podrán estar llenas de Dios, y podremos experimentar lo que es conocerlo íntima y personalmente.
¿Qué significa que Dios es amor?
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8ª). Esta es la descripción de amor de parte de Dios, y, por cuanto Dios es amor (1 Juan 4:8), así es como Él es.
La más grande expresión del amor de Dios nos es comunicada en Juan 3:16 y Romanos 5:8 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Podemos ver por estos versículos que el deseo más grande de Dios es que nos unamos con Él en Su hogar eterno, el cielo. Él hizo posible este camino, pagando el precio por nuestros pecados. Él nos ama, porque así lo decidió como un acto de Su voluntad. El amor perdona. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Entonces, ¿qué significa que Dios es amor? El amor es un atributo de Dios. El amor es un aspecto central del carácter de Dios, Su Persona. El amor de Dios no está en ningún sentido en conflicto con Su santidad, rectitud, justicia, o incluso Su ira. Todos los atributos de Dios están en perfecta armonía. Todo lo que Dios hace es amar, así como todo lo que hace es justo y recto.
Dios es el ejemplo perfecto del verdadero amor. Asombrosamente, Dios ha dado, a aquellos que reciben a Su Hijo Jesucristo como su Salvador personal del pecado, la habilidad de amar como Él lo hace, a través del poder del Espíritu Santo (ver Juan 1:12; 1 Juan 3:1, 23, 24).
¿Dios me ama?
Conocemos nuestros defectos. Sabemos que Dios es perfecto y sin pecado. Sabemos que nosotros no lo somos. ¿Por qué Dios, que es infinito y santo, nos amaría, que somos finitos y pecadores? ¡Y, sin embargo, la gran verdad del evangelio es que Él lo hace! Una y otra vez, las Escrituras nos recuerdan el amor de Dios por nosotros.
Para empezar, Dios creó a la humanidad a Su propia imagen. Y lo hizo con gran cuidado y atención (Génesis 2:7, 21-22). La relación con Dios se rompió después de la caída, aunque Su amor permaneció. Dios vistió a Adán y Eva para ocultar su vergüenza. Los expulsó del Edén para protegerlos de más peligros. Dios actuó por amor. Entonces, el plan de Dios de redención y restauración comienza a desarrollarse — un plan que no fue diseñado después de la caída, sino antes de la creación (1 Pedro 1:20). Dios se limitó a la piel humana, vino a este mundo, para redimirnos (ver Filipenses 2:5-11). Entró en nuestro mundo como un bebé nacido en el seno de una familia humilde de una manera muy humilde (pasó su primera noche en un pesebre).
Tal vez la máxima expresión del amor de Dios es la pasión y la crucifixión de Jesús. Pablo nos recuerda, "Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:6-8). La obra de Jesús en la cruz fue una clara e inconfundible declaración de amor. Y este amor es incondicional. Estábamos en nuestro peor estado cuando Cristo murió por nosotros. "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados... Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)" (Efesios 2:1, 4-5).
Esta salvación ha hecho posible la verdadera vida. "El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir", dijo Jesús. "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10:10).
Una de sus mayores afirmaciones sobre el amor de Dios es: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? . . . ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? . . . Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:31-32, 35-39).
Así que la respuesta sencilla es, "sí". ¡Sí, Dios te ama! Por difícil que sea de creer, es la verdad.
¿Dios ama a todos, o solo a los cristianos?
Hay un sentido en el que Dios ama a todos en el mundo entero (Juan 3:16; 1 Juan 2:2; Romanos 5:8) Este amor no es condicional – está fundamentado en el carácter y en el hecho de que Dios es un Dios de amor (1 Juan 4:8, 16). El amor de Dios por todos puede ser considerado como Su “amor misericordioso”, ya que resulta en el hecho de que Dios no castiga a la gente de inmediato por sus pecados (Romanos 3:23; 6:23). “Vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45).
El amor de Dios por el mundo es manifestado en el hecho de que Él da a la gente la oportunidad de arrepentirse: “El Señor no retarda su promesa…sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). El amor incondicional de Dios está relacionado con su llamado general a la salvación.
Sin embargo, el amor de Dios por todos no significa que todos serán salvos (ver Mateo 25:46). Dios no ignorará el pecado, porque Él es un Dios de justicia (2 Tesalonicenses 1:6). El pecado no puede quedar impune para siempre (Romanos 3:25-26). Si Dios simplemente ignorara el pecado y permitiera que continuara causando estragos en la creación para siempre, entonces Él no sería amor. Cualquiera que ignore el amor de Dios, que rechace a Cristo como su Salvador, que niegue al Salvador que lo rescató (2 Pedro 2:1); estará sujeto a la ira de Dios por una eternidad (Romanos 1:18), y no a Su amor.
¿Dios ama de una manera diferente a los cristianos de lo que ama a los no creyentes? Sí; puesto que los creyentes han ejercido la fe en el Hijo de Dios, son salvos. Dios tiene una relación única con los cristianos en que sólo los cristianos tienen el perdón basado en la gracia eterna de Dios. El amor incondicional y misericordioso que Dios tiene para todos, debe llevarnos a la fe, recibiendo con gratitud el amor condicional y de pacto que Él otorga a los que reciben a Jesucristo como Salvador.
¿Dios aún nos habla hoy?
La Biblia registra a Dios hablando audiblemente a las personas muchas veces (Éxodo 3:14; Josué 1:1; Jueces 6:18; 1 Samuel 3:11; 2 Samuel 2:1; Job 40:1; Isaías 7:3; Jeremías 1:7; Hechos 8:26; 9:15 – es solo un pequeño ejemplo). La voz audible de Dios fue una excepción, no una regla.
Dios habla a las personas en la actualidad. Primero, Dios nos habla a través de Su Palabra (2 Timoteo 3:16-17). Isaías 55:11 nos dice, “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. La Biblia registra las palabras de Dios para nosotros en todo lo que necesitamos saber para ser salvos y vivir la vida cristiana. 2 Pedro 1:3 declara, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó a Su gloria y excelencia”.
En segundo lugar, Dios también puede “hablarnos” a través de los acontecimientos, es decir, puede guiarnos a través de la organización de nuestras circunstancias. Dios nos ayuda a discernir entre el bien y el mal a través de nuestras conciencias (1 Timoteo 1:5; 1 Pedro 3:16; Romanos 12:2). Dios permite que ocurran eventos en nuestras vidas para dirigirnos, cambiarnos, y ayudarnos a crecer espiritualmente (Santiago 1:2-5; Hebreos 12:5-11). 1 Pedro 1:6-7 nos recuerda, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
Si, Dios nos habla hoy, Sus palabras estan totalmente de acuerdo con lo que Él ha dicho en la Biblia (2 Timoteo 3:16-17). Dios no se contradice.
¿Por qué permite Dios que les sucedan cosas malas a la gente buena?
Vivimos en un mundo de dolor y sufrimiento. No hay nadie que no se vea afectado por las duras realidades de la vida, y la pregunta "¿Por qué le suceden cosas malas a la gente buena?” es una de las preguntas más difíciles en toda la teología. Dios es soberano, así que todo lo que sucede debe haber sido permitido por Él, o causado directamente por Él.
El libro de Job trata el tema de por qué Dios permite que le pasen cosas malas a la gente buena. Job era un hombre justo (Job 1:1), sin embargo, sufrió en formas que son casi inimaginables. Dios le permitió a Satanás hacer todo lo que él quería a Job, excepto matarlo, y Satanás hizo lo peor que pudo. ¿Cuál fue la reacción de Job? “He aquí, aunque Él me matare, en Él esperaré” (Job 13:15). “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Job no comprendía el por qué Dios había permitido las cosas que le sucedían, pero él sabía que Dios era bueno y por lo tanto continuó confiando en Él.
¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? Por más difícil que sea reconocerlo, debemos recordar que no hay gente "buena", en el sentido absoluto de la palabra. Todos nosotros estamos manchados e infectados con el pecado (Eclesiastés 7:20; Romanos 3:23; 1 Juan 1:8). Como dijo Jesús: "Nadie es bueno, sino sólo Dios" (Lucas 18:19). Todos nosotros sentimos los efectos del pecado de una manera u otra. Algunas veces es nuestro propio pecado; otras veces, son los pecados de otros. Vivimos en un mundo caído, y experimentamos los efectos de la caída. Uno de esos efectos es la injusticia y el sufrimiento aparentemente sin sentido.
Al preguntarse por qué Dios permite que le pasen cosas malas a la gente buena, también es bueno considerar estas cuatro cosas acerca de las cosas malas que suceden:
1) Las cosas malas pueden pasarle a la gente buena en este mundo, pero este mundo no es el fin. Los cristianos tienen una perspectiva eterna: "Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:16-18). Algún día tendremos una recompensa, y será gloriosa.
2) Las cosas malas le suceden a la gente buena, pero Dios usa esas cosas malas para un bien último y duradero. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). Cuando José, inocente de la maldad, finalmente superó sus horribles sufrimientos, pudo ver el buen plan de Dios en todo esto (ver Génesis 50:19-21).
3) Las cosas malas le suceden a la gente buena, pero esas cosas malas equipan a los creyentes para un ministerio más profundo. "Bendito sea el . . . Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación" (2 Corintios 1:3-5). Aquellos con heridas de guerra pueden ayudar mejor a aquellos que están pasando luchas.
4) Las cosas malas le suceden a la gente buena, y las peores cosas le sucedieron a la mejor Persona, Jesús. Jesús fue el único verdaderamente Justo, pero sufrió más de lo que podemos imaginar. Seguimos sus pasos: "Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1 Pedro 2:20-23). Jesús no es ajeno a nuestro dolor.
“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). A pesar de la naturaleza malvada, vil, y pecadora de la gente de este mundo, Dios aún nos ama. Él nos amó lo suficiente como para morir y tomar el castigo por nuestros pecados (Romanos 6:23). Todo lo que tenemos que hacer es creer en Jesucristo (Juan 3:16; Romanos 10:9) para ser perdonados y tener la vida eterna en el cielo (Romanos 8:1).
Dios permite que las cosas sucedan por una razón. Ya sea que entendamos o no Sus razones, debemos recordar que Dios es bueno, justo, amoroso y misericordioso (Salmo 135:3). A menudo nos suceden cosas malas que simplemente no podemos entender. En vez de dudar de la bondad de Dios, nuestra reacción debe ser confiar en Él. "Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:5-6). Caminamos por fe, no por vista.
¿Dónde está Dios ahora? ¿Dónde está Dios cuando sufrimos?
La Biblia enseña que Dios reina sobre las naciones desde Su santo trono en el cielo (Salmo 47:8; Isaías 6:1, 66:1; Hebreos 4:16). Aunque sabemos que la presencia de Dios está de alguna forma únicamente en el cielo, las enseñanzas de la Escritura también dejan en claro que Dios es omnipresente (presente en todas partes y en todo tiempo). Hebreos 4:13 dice, “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” Jeremías 23:24 exclama, “¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” El Salmo 139 es un asombroso estudio sobre la omnipresencia de Dios.
¿Dónde está Dios?
Si tú crees en Jesucristo, Dios está contigo, a tu lado, sobre ti, y dentro de ti. La presencia y atento cuidado de Dios nunca te dejará. Si no eres un creyente en Jesucristo, Dios está frente a ti, invitándote, atrayéndote, ofreciéndote el amor, la misericordia y la gracia que Él desea darte. Tal vez una mejor pregunta que “¿Dónde está Dios?” es “¿Dónde estás tú, en la relación con Dios?”
¿Dónde está Dios cuando sufrimos?
Parece que deseamos saber la respuesta a esta pregunta, más que nada cuando nos enfrentamos a problemas dolorosos y ataques de dudas. Aún Jesús, durante Su crucifixión preguntó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).
Ponemos nuestra confianza en el hecho de que Dios no miente, Él nunca cambia, y Su Palabra permanece veraz para siempre (Números 23:19; 1 Samuel 15:29; Salmo 110:4; Malaquías 3:6; Hebreos 7:21; 13:8; Santiago 1:17 y 1 Pedro 1:25). Nosotros no nos desanimamos con las dolorosas circunstancias, porque vivimos por la fe en cada palabra que procede de la boca de Dios, no poniendo nuestra esperanza en lo que se ve o percibe.
Confiamos en Dios, en que estas leves tribulaciones momentáneas están logrando para nosotros una gloria eterna que excede por mucho a todo el sufrimiento que podamos soportar en este mundo. Así que, ponemos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque sabemos y creemos que lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno (2 Corintios 4:16-18; 5:7).
También confiamos en la Palabra de Dios, la cual dice que Él está haciendo constantemente que las cosas funcionen conjuntamente para el bien de aquellos que lo aman y han sido llamados de acuerdo a Su propósito (Romanos 8:28). Aun cuando no siempre vemos el buen fin para el cual Dios está llevando a cabo las cosas, podemos estar seguros de que llegará el momento cuando entendamos y veamos todo con más claridad.
Vivimos con una limitada comprensión de las cosas de Dios, sin embargo, vendrá el día cuando conozcamos y entendamos todas las cosas (Job 37:5; Isaías 40:28; Eclesiastés 11:5; 1 Corintios 13:12; 1 Juan 3:2) Cuando parezca que ya no tienes fuerzas por ti mismo, es cuando más puedes descansar completamente en Su presencia y saber que Su poder se perfecciona en tu debilidad (2 Corintios 12:9-10).
¿Por qué Dios permite que sucedan cosas buenas a gente mala?
Esta pregunta es similar a lo opuesto: "¿Por qué Dios permite que sucedan cosas malas a gente buena?" Ambas preguntas se refieren a lo que parece ser la injusticia desconcertante que nosotros presenciamos todos los días. El Salmo 73 es nuestra respuesta a las mismas preguntas que también afligían al salmista. Encontrándose en terrible sufrimiento y agonía del alma, él escribe, "En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos" (Salmo 73:2-3).
El escritor de este salmo fue un hombre llamado Asaf, un líder de uno de los coros del templo. Al igual que nosotros, él había experimentado ciertas dificultades y cuestionado la injusticia de todo. Él observó la gente mala a su alrededor viviendo por sus propias reglas, disfrutando de todas las riquezas y los placeres del mundo y acumulando riquezas. Él se queja, "Porque no tienen congojas por su muerte, Pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres" (Salmo 73:4-5).
Asaf estaba viendo estas personas que no tenían problemas. Ellos podían pagar sus cuentas, tenían bastante para comer y muchos lujos. Pero el pobre de Asaf se quedó estancado dirigiendo el coro y tratando de vivir piadosamente. Y para empeorar las cosas, su elección para servir a Dios parecía que no le ayudaba. ¡Él empezó a envidiar a estas personas e incluso a preguntarle a Dios el por qué Él permitía que sucedieran semejantes cosas!
¿Con qué frecuencia nos sentimos identificados con Asaf? Dedicamos nuestras vidas a servir a Dios, luego, somos testigos de que los malvados, la gente impía a nuestro alrededor, adquiere nuevas posesiones, lujosas viviendas, ascensos y ropa hermosa, mientras nosotros luchamos financieramente. La respuesta está en el resto del salmo. Asaf envidió a estas personas malvadas hasta que él se dio cuenta de algo muy importante. Cuando él entró en el santuario de Dios, comprendió plenamente el destino final de ellos: "Cuando pensé para saber esto, Fue duro trabajo para mí, Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; En asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia"(Salmo 73:16-20). Aquellos que tienen riquezas temporales en la tierra, son en realidad mendigos espirituales porque no tienen las verdaderas riquezas — la vida eterna.
Quizá no tengamos todo lo que queremos aquí en la tierra, pero un día nosotros prosperaremos por toda la eternidad por medio de Cristo Jesús Señor nuestro. Cada vez que nos sintamos tentados a probar el otro camino, debemos recordar que el otro camino es un callejón sin salida (Mateo 7:13). Sin embargo, el camino estrecho que tenemos ante nosotros a través de Jesús, es el único camino que lleva a la vida eterna. Ese debe ser nuestro gozo y nuestro consuelo. "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza..." (Salmo 73:25, 27-28).
Nosotros no necesitamos preocuparnos cuando parece que están sucediendo cosas buenas a personas malas, sólo tenemos que mantener nuestro enfoque en nuestro Creador y entrar en su presencia cada día a través del portal de su Santa Palabra. Allí encontraremos la verdad, el contentamiento, riquezas espirituales y gozo eterno.
¿Creó Dios el mal?
El mal no existe por sí mismo – realmente es la ausencia de lo bueno. El mal no es una “cosa” como una roca o la electricidad. Por ejemplo, los hoyos son reales, pero ellos solo existen en algo más.
Tal vez la siguiente ilustración nos ayude. Si se le preguntara a una persona “¿existe el frío?” – su respuesta sería que sí. Sin embargo, esto es incorrecto. El frío no existe. El frío es la ausencia de calor. Similarmente, la oscuridad no existe, ésta es la consecuencia de la falta de luz. Igualmente, el mal es la ausencia del bien, o, mejor dicho, el mal es la ausencia de Dios. Dios no creó el mal, sino que más bien solo permitió la ausencia del bien.
Cuando Dios hizo la creación, es verdad que todo lo que creó era bueno. Una de las cosas buenas que Dios hizo fueron criaturas con la libertad de elegir el bien.
Dios no creó el mal, pero Él lo permite. Si Dios no permitiera la posibilidad del mal, tanto ángeles como humanos servirían a Dios por obligación y no por decisión. Dios no quiso crear “robots” que simplemente hicieran lo que Él quería que hicieran mediante su “programación”. Dios permitió la posibilidad del mal para que podamos tener genuinamente la libertad de elegir si queremos obedecerle y servirle o no.
Nosotros como seres humanos finitos, jamás podremos entender a un Dios infinito (Romanos 11:33-34). Algunas veces pensamos que entendemos el por qué Dios está haciendo algo, solo para descubrir más tarde que era por diferentes propósitos de los que originalmente pensamos. Dios ve las cosas desde una perspectiva santa y eterna. Nosotros miramos las cosas desde una perspectiva pecaminosa, terrenal y temporal. ¿Por qué puso Dios al hombre en la tierra, sabiendo que Adán y Eva pecarían y traerían con ello el mal, la muerte y el sufrimiento para toda la raza humana? ¿Por qué no nos creó y nos dejó en el cielo donde seríamos perfectos y no tendríamos sufrimientos? Estas preguntas no pueden ser respondidas adecuadamente en este lado de la eternidad. Lo que podemos saber es que todo lo que Dios hace es santo y perfecto y finalmente lo glorificará.
¿Qué significa tener temor de Dios?
Para un no creyente, el temor de Dios es temer el juicio de Dios y la muerte eterna, la cual es la separación eterna de Dios (Lucas 12:5; Hebreos 10:31). Para un creyente, el temor de Dios es algo muy diferente. El temor del creyente es el reverenciar a Dios. Hebreos 12:28-29 es una buena descripción de esto, “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Esta reverencia y admiración es exactamente lo que significa el temor de Dios para los cristianos. Este es el factor que nos motiva a rendirnos al Creador del Universo.
Los creyentes no deben “tener miedo” de Dios. No tenemos razón para tenerle miedo. Tenemos Su promesa de que nada podrá separarnos de Su amor (Romanos 8:38-39). Tenemos Su promesa de que nunca nos dejará o desamparará (Hebreos 13:5). El temer a Dios significa tener tal reverencia por Él, que éste tenga un gran impacto en la manera en que vivimos nuestras vidas. El temor de Dios es respetarlo, obedecerle, someternos a Su disciplina, y adorarlo con admiración.
Muchos tienen la tendencia de minimizar el temor de Dios de los creyentes, interpretándolo como “respetarlo”. Mientras que el respeto indiscutiblemente está incluido en el concepto del temor de Dios, es mucho más que eso. El temor bíblico de Dios para un creyente, incluye el entender lo mucho que Dios aborrece el pecado y temer Su juicio sobre éste – aún en la vida de un creyente. Hebreos 12:5-11 describe la disciplina de Dios hacia el creyente. Aunque es hecha en amor (Hebreos 12:6), aun así es algo que hay que temer. Como hijos, el temor a la disciplina de nuestros padres, sin lugar a duda, nos previno de algunas malas acciones. Lo mismo debe ser verdad en nuestra relación con Dios. Debemos temer Su disciplina y, por lo tanto, buscar el vivir nuestras vidas de tal manera que lo agrademos.
Proverbios 1:7 declara, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová...”. Hasta que comprendamos quien es Dios, y desarrollemos un temor reverencial hacia Él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría. La verdadera sabiduría sólo viene de entender quién es Dios y que Él es santo, justo y soberano. Deuteronomio 10:12, 20-21 dice, “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma”. “A Jehová tu Dios temerás, a Él solo servirás, a Él seguirás, y por su nombre jurarás. Él es el objeto de tu alabanza, y Él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto”. El temor de Dios es la base para nuestro andar en Sus caminos; servirle y sí, amarlo.
¿Acaso alguien alguna vez ha visto a Dios?
"A Dios nadie le vio jamás" (Juan 1:18a). Esta afirmación se refiere a la naturaleza espiritual de Dios. Dios es espíritu (Juan 4:24a), y por tanto estamos naturalmente limitados para percibirlo. Los ojos físicos no pueden contemplar a los seres espirituales.
El Señor Jesucristo es un caso único: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre" (Juan 3:13). Puesto que es a la vez Hijo del Hombre e Hijo de Dios, Jesús conoce tanto el reino terrenal como el celestial. Descendió del cielo, donde "estaba con Dios en el principio" (Juan 1:2). Jesús ha visto a Dios; de hecho, Jesús es la encarnación de todo lo que Dios es: "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:18; cf. Colosenses 2:9).
A causa de nuestras limitaciones físicas, morales y espirituales, Dios Padre envió a Su Hijo unigénito al mundo. Por medio de Jesucristo, conocemos a Dios y somos redimidos de nuestro pecado. Si queremos ver a Dios, debemos mirar a Jesús. Los que contemplaron a Jesús mientras caminaba por la tierra estaban, en cierto sentido, viendo a Dios, no a Dios como espíritu, sino a Dios revestido de humanidad (Juan 14:9).
Nadie ha visto jamás a Dios, que es "…el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén" (1 Timoteo 6:15-16). Sólo a través del Hijo unigénito de Dios, Jesucristo, podemos acercarnos a Dios, conocerlo y verlo.
¿Qué enseña la Biblia acerca de la Trinidad?
Para cualquier ser humano, la Trinidad es un concepto imposible de entender por completo; de hecho, sería imposible explicarlo. Dios es infinitamente más grande que nosotros; por lo tanto, no deberíamos esperar estar en capacidad de entenderlo por completo. La biblia enseña que el Padre es Dios, que Jesús es Dios, y que el Espíritu Santo es Dios. También enseña que hay solamente un Dios. Aunque podemos entender algunos hechos acerca de la relación de las diferentes personas de la Trinidad entre sí, a la larga, es incomprensible para la mente humana. Sin embargo, esto no significa que la Trinidad no sea verdadera o que no está basada en las enseñanzas de la Biblia.
La Trinidad es un Dios compuesto de tres personas. Entienda que de ninguna manera está sugiriendo tres Dioses. No hay nada de malo con usar el término "Trinidad", aun cuando la palabra no se encuentra en la Biblia. Este es un término utilizado para procurar describir al trino Dios, y la realidad de que hay tres personas coexistentes, coeternas que son Dios. Lo que en realidad debe importar, es que el concepto representado por la palabra "Trinidad" existe en la Escritura. Lo siguiente es lo que la Palabra de Dios dice acerca de la Trinidad:
(1) Hay un Dios: Deuteronomio 6:4; 1ª Corintios 8:4; Gálatas 3:20; 1ª Timoteo 2:5.
(2) La Trinidad está compuesta de tres Personas: Génesis 1:1; 1:26; 3:22; 11:7; Isaías 6:8; 48:16; 61:1; Mateo 3:16-17; 28:19; 2ª Corintios 13:14; 1 Juan 5:7. En Génesis 1:1, se utiliza el nombre plural "Elohim". En Génesis 1:26; 3:22; 11:7 y en Isaías 6:8, se usa el pronombre plural para "nosotros". Sin duda, "Elohim" y "nosotros" se refieren a más de dos. Aunque esto no es un argumento explícito para la Trinidad, denota el aspecto de la pluralidad en Dios. La palabra hebrea para Dios, Elohim, definitivamente indica la Trinidad.
En Isaías 48:16 y 61:1, el Hijo está hablando mientras hace referencia al Padre y al Espíritu Santo. Compare Isaías 61:1 con Lucas 4:14-19 y se dará cuenta de que es el Hijo hablando. Mateo 3:16-17 describe el evento del bautismo de Jesús. En este se ve a Dios el Espíritu Santo descendiendo sobre Dios el Hijo mientras Dios el Padre proclama Su complacencia en el Hijo. Mateo 28:19 y 2ª Corintios 13:14 son ejemplos de 3 personas distintas en la Trinidad.
(3) Dios el Hijo se distingue de Dios el Padre (Salmos 45:6-7; Hebreos 1:8-9). En el Nuevo Testamento, Juan 14:16-17 es donde Jesús ruega al Padre que envíe un Consolador, el Espíritu Santo. Esto muestra que Jesús no se consideraba a sí mismo como el Padre o el Espíritu Santo. Tome en cuenta también todos los otros tiempos en los evangelios, en donde Jesús habla al Padre. ¿Estaba hablándose a Sí mismo? No. El habló a otra persona de la Trinidad – al Padre.
(4) Cada miembro de la Trinidad es Dios: El Padre es Dios: Juan 6:27; Romanos 1:7; 1ª Pedro 1:2. El Hijo es Dios: Juan 1:1, 14; Romanos 9:5; Colosenses 2:9; Hebreos 1:8; 1ª Juan 5:20. El Espíritu Santo es Dios: Hechos 5:3-4; 1ª Corintios 3:16.
(5) Hay subordinación dentro de la Trinidad: La Escritura muestra que el Espíritu Santo está subordinado al Padre y al Hijo, y el Hijo está subordinado al Padre. Esta es una relación interna, y no niega la deidad de ninguna persona de la Trinidad. Esta es simplemente un área que nuestras mentes finitas no pueden entender con respecto al Dios infinito. Concerniente al Hijo ver Lucas 22:42; Juan 5:36; Juan 20:21; 1ª Juan 4:14. Concerniente al Espíritu Santo ver Juan 14:16; 14:26; 15:26; 16:7 y especialmente Juan 16:13-14.
(6) Los miembros individuales de la Trinidad tienen diferentes tareas: El Padre es el recurso o causa esencial de: 1) el universo (1ª Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11); 2) la revelación divina (Apocalipsis 1:1); 3) la salvación (Juan 3:16-17); y 4) las obras humanas de Jesús (Juan 5:17; 14:10). El Padre pone en marcha todas estas cosas.
El Hijo es el agente a través de quien el Padre hace las siguientes obras: 1) la creación y mantenimiento del universo (1ª Corintios 8:6; Juan 1:3; Colosenses 1:16-17); 2) la revelación divina (Juan 1:1; Mateo 11:27; Juan 16:12-15; Apocalipsis 1:1); y 3) la salvación (2ª Corintios 5:19; Mateo 1:21; Juan 4:42). El Padre hace todas estas cosas a través del Hijo.
El Espíritu Santo es el medio por el cual el Padre hace las siguientes obras: 1) la creación y mantenimiento del universo (Génesis 1:2; Job 26:13; Salmos 104:30); 2) la revelación divina (Juan 16:12-15; Efesios 3:5; 2ª Pedro 1:21); 3) la salvación (Juan 3:16; Tito 3:5; 1ª Pedro 1:2); y 4) las obras de Jesús (Isaías 61:1; Hechos 10:38). De este modo, el Padre hace todas estas cosas por el poder del Espíritu Santo.
Un Dios infinito no puede ser descrito completamente por una ilustración finita. La doctrina de la Trinidad ha sido un tema divisivo a lo largo de toda la historia de la iglesia cristiana. Mientras que los aspectos centrales de la Trinidad están claramente presentados en la Palabra de Dios, algunos de los asuntos secundarios no están tan explícitamente claros. El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; pero hay un solo Dios. Esa es la doctrina bíblica de la Trinidad. Más allá de eso, las cuestiones son, hasta cierto punto, discutibles y no esenciales. En lugar de intentar definir plenamente la Trinidad con nuestras mentes humanas finitas, nos serviría mejor centrarnos en el hecho de la grandeza de Dios y en Su naturaleza infinitamente superior a nosotros mismos. "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?" (Romanos 11:33-34).
¿Qué significa que Dios es Santo?
La frase “Santo, santo, santo” aparece dos veces en la Biblia, una en el Antiguo Testamento (Isaías 6:3) y una en el Nuevo (Apocalipsis 4:8). Ambas veces la frase es hablada o cantada por criaturas celestiales, y en ambas ocasiones ocurre en la visión de un hombre que fue transportado hasta el trono de Dios; primero, el profeta Isaías y después el apóstol Juan.
La santidad de Dios es lo que lo separa a Él de todos los demás seres, lo que hace que Él esté separado y sea distinto de todo lo demás. La santidad de Dios es más que sólo Su perfección o pureza sin pecado; es la esencia de Su “alteridad” - Su trascendencia. La santidad de Dios personifica el misterio de Su majestuosidad y nos hace mirarlo con asombro, mientras comenzamos a comprender sólo un poco de Su majestad.
Pero ¿por qué la repetición de tres veces “santo, santo, santo,” (llamada trisagio)? La repetición de un nombre o una expresión tres veces era muy común entre los judíos. Por tanto, cuando los ángeles alrededor del trono llaman o gritan uno al otro, “Santo, santo, santo,” ellos están expresando con fuerza y pasión la verdad de la suprema santidad de Dios, esa característica esencial que expresa Su asombrosa y majestuosa naturaleza.
Adicionalmente, el trisagio expresa la naturaleza trina de Dios, las tres Personas de la Divinidad, cada una igual en santidad y majestad. Jesucristo es el Santo que no “vería corrupción” en la tumba, sino que resucitaría para ser exaltado a la diestra de Dios (Hechos 2:26; 13:33-35). Jesús es el “Santo y Justo” (Hechos 3:14) cuya muerte en la cruz nos permite estar confiados ante el trono nuestro Dios santo. La tercera Persona de la Trinidad – el Espíritu Santo – por Su nombre mismo denota la importancia de santidad en la esencia de la Divinidad.
Finalmente, las dos visiones de los ángeles alrededor del trono clamando, “Santo, santo, santo,” indican claramente que Dios es el mismo en ambos Testamentos. Con frecuencia pensamos en el Dios del Antiguo Testamento como un Dios de ira y el Dios del Nuevo Testamento como un Dios de amor. Pero Isaías y Juan presentan un cuadro unificado de nuestro santo, majestuoso, y asombroso Dios, que no cambia (Malaquías 3:6), que es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8), y “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). La santidad de Dios es eterna, así como Él es eterno.
¿Es Dios cruel?
Hay ateos y agnósticos que sostienen que el Dios que se presenta en la Biblia es cruel. Al catalogar a Dios como cruel, están apelando a nuestra sensibilidad humana y moral. La palabra crueldad se define como "indiferencia insensible a, o placer en, causar dolor y sufrimiento". Es Dios cruel? Para responder afirmativamente, tendríamos que admitir que a Dios o bien no le importa el dolor y el sufrimiento, o bien disfruta viendo sufrir a Sus criaturas.
No hay duda de que Dios permite y, a veces, causa dolor y sufrimiento, pero la bondad de Dios no se puede refutar porque comete un acto que nos parece cruel.
Si un castigo es justo, ¿se puede decir que es cruel? Lo que los críticos normalmente no entienden es que el amor de Dios no disminuye cuando castiga a la gente. Las malas acciones que no dan lugar a un castigo
inevitablemente dan lugar a mayores y más graves acciones, que no benefician a nadie y son perjudiciales para el bien común.
El dolor y el sufrimiento que producen un mayor bienestar algunas veces no pueden ser causados por ningún otro medio. La Biblia nos dice que las pruebas y las dificultades producen cristianos más fuertes y mejores, y que debemos "tener por sumo gozo" (Santiago 1:2) cuando las afrontamos. Dios las trae para nuestro beneficio, para refinarnos como el oro en el fuego de la aflicción.
Con respecto a los no creyentes, la justicia de Dios se justifica cuando les hace experimentar dolor y sufrimiento. Les demuestra su misericordia advirtiéndoles repetidamente de las consecuencias del pecado. Cuando, a través de su propia rebelión, traen sobre sí mismos la calamidad, esto es un castigo justo, no una crueldad. El hecho de que Dios permita a los rebeldes seguir apretando sus puños contra Él hasta que Él quiera, demuestra Su misericordia y paciencia, no su crueldad.
Todos estamos de acuerdo en que Él es bastante bueno con nosotros cuando se muestra Su amor y misericordia, pero dado que todos y cada uno de los atributos son santos y perfectos, incluso el despliegue de Su ira y enojo lo glorifican. Y ese es el objetivo final: Su gloria, no la nuestra. Nuestros pequeños y finitos cerebros ni siquiera pueden imaginárselo correctamente, y mucho menos cuestionarlo.
Todas estas son causas dignas, válidas y de gran valor para el dolor y el sufrimiento. A diferencia de lo que afirman los escépticos, hay buenas razones para que Dios permita el mal y el sufrimiento en este mundo. Tenemos el privilegio de conocer algunas de esas razones, pero no siempre sabemos por qué Dios permite el mal y el sufrimiento. Confiar en Dios a pesar de no conocer las razones no es un salto de fe a ciegas. Por el contrario, le confiamos las cosas que no entendemos porque vemos Su fidelidad en las acciones que sí entendemos. Si leemos la Biblia cuidadosamente en vez de ver a Dios actuando con crueldad, lo veremos obrando gracias al amor que nos tiene.
Si la humanidad continuara pensando que Dios no puede permitir que un hombre inocente sufra, entonces nos habríamos perdido el plan de Dios para redimir al mundo. Pues Dios permitió el sufrimiento de un hombre perfectamente inocente (Jesucristo) para llevar a los suyos a la salvación. Entonces este libro de Job termina siendo una contribución invaluable a la historia de la redención.
¿Por qué Dios permite la enfermedad?
El tema de la enfermedad siempre es difícil de tratar. La clave es recordar que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos (Isaías 55:9). Cuando estamos sufriendo con una enfermedad, dolencia o lesión, normalmente nos centramos únicamente en nuestro propio sufrimiento. En medio de una prueba de enfermedad, es muy difícil centrarse en lo que el buen Dios puede traer como resultado. Romanos 8:28 nos recuerda que Dios puede sacar algo bueno de cualquier situación. Muchas personas recuerdan los tiempos de la enfermedad como tiempos en los que se acercaron más a Dios, aprendieron a confiar más en Él, y/o aprendieron a valorar verdaderamente la vida. Esta es la perspectiva que tiene Dios porque es soberano y conoce el resultado final.
Esto no significa que la enfermedad sea siempre de Dios o que Dios siempre nos inflige la enfermedad para enseñarnos una lección espiritual. En un mundo manchado por el pecado, la enfermedad, las dolencias y la muerte siempre estarán con nosotros. Somos seres caídos, con cuerpos físicos propensos a la enfermedad y a las dolencias. Dios a veces permite que el pecado y/o Satanás causen sufrimiento físico. Incluso cuando la enfermedad no viene directamente de Dios, Él aún la usará de acuerdo con Su perfecta voluntad.
Aunque la enfermedad no se aborda directamente en el pasaje, Hebreos 12:5-11 describe a Dios disciplinándonos para "producir un fruto apacible de justicia" (versículo 11). La enfermedad puede ser un medio de la disciplina amorosa de Dios.
El ejemplo más claro de esto en las Escrituras se encuentra en el Salmo 119. Note la progresión en los versículos 67, 71 y 75 — "Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra…Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos...Conozco, oh Señor, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste". El autor del Salmo 119 miraba el sufrimiento desde la perspectiva de Dios. Era bueno para él estar afligido. Fue la fidelidad lo que causó que Dios lo afligiera. El resultado de la aflicción fue para que pudiera aprender los decretos de Dios y obedecer Su Palabra.
Una vez más, la enfermedad y el sufrimiento nunca son fáciles de manejar. Una cosa es segura, la enfermedad no debe hacernos perder la fe en Dios. Dios es bueno, incluso cuando estamos sufriendo. Incluso el último de los sufrimientos "la muerte" es un acto de la bondad de Dios. Es difícil imaginar que alguien que está en el Cielo como resultado de la enfermedad o el sufrimiento se arrepienta de lo que pasó en esta vida.
Una nota final: cuando la gente está sufriendo, es nuestra responsabilidad atenderlos, cuidarlos, orar por ellos y consolarlos. La gente que sufre necesita nuestro amor y aliento.
¿Dios es una creación humana?
Algunas personas argumentan que es el hombre quien ha creado a Dios, es decir, el concepto de Dios es simplemente una fabricación humana que ha sido transmitida por generaciones por parte de aquellos que no conocían otra cosa. Afirman que la idea de un Dios o dioses es simplemente la forma en que los seres humanos explican las cosas que son muy difíciles de entender. Algunos sostienen que la creencia en lo sobrenatural ignora la ciencia y acepta la superstición. Entonces, ¿es la idea de Dios una fantasía basada en la ignorancia e inventada por nuestros antepasados antes de que la ciencia probara que era falsa?
No, Dios no es creado por el hombre; por el contrario, Dios hizo al hombre. Incluso los escépticos están de acuerdo en que hay un principio para cada cosa creada, incluyendo al hombre. Así que, para que el hombre tenga un comienzo, tendría que haber una "primera causa" que existiera antes que él. Los evolucionistas argumentan que la primera causa fue una fuerza impersonal, un "big bang", que inició el universo. Pero incluso esa explicación deja muchas preguntas sin responder. La respuesta lógica a este razonamiento es, "¿Qué causó el Big Bang? ¿Qué o quién puso esas fuerzas en movimiento?" No se ha ofrecido ninguna respuesta razonable, fuera de la Biblia.
La Biblia inicia con la verdad de Dios en Génesis 1:1, "En el principio Dios..." Cuando dejamos de lado los prejuicios, la respuesta de la Biblia parece ser la explicación más lógica para esa primera causa. En el principio era Dios. Él no fue creado y por lo tanto no necesita una primera causa. Él siempre ha sido y siempre será, independientemente del tiempo y el espacio (Salmo 90:2). Se presentó a Moisés como el YO SOY (Éxodo 3:14). El significado de su nombre expresa el aspecto eterno de Su naturaleza. Él siempre fue y siempre será el Eterno, el que existe por sí mismo (Apocalipsis 1:8; 4:8).
Una segunda consideración en el tema de si Dios está hecho por el hombre, es la naturaleza de Dios tal como se ha revelado a sí mismo en las páginas de Su libro. Muchos atributos de Dios no son los que los seres humanos necesariamente pensarían incluir si lo hubieran inventado. El carácter de Dios incluye la omnisciencia (Isaías 46:9-10), la omnipotencia (2 Samuel 22:3; Salmo 18:2), la paciencia (2 Pedro 3:9) y la firmeza (Malaquías 3:6). Se le describe como amoroso (Salmo 25:10), fiel (Salmo 31:23), y deseoso de tener una relación con nosotros (Jeremías 29:13; Santiago 4:8). Sin embargo, también es perfectamente justo, y esa justicia requiere el pago por la grave traición del hombre contra su Creador (Sofonías 3:5; Romanos 6:23).
Los dioses fabricados por el hombre normalmente son creados a imagen y semejanza suya. Los dioses de las culturas paganas están llenos de defectos, inconsistencias y debilidades similares a las del hombre. Son mezquinos, egoístas, crueles y caprichosos; en resumen, se comportan como se comportarían los dioses hechos por el hombre, con los mismos pecados y celos presentes en el corazón humano. Para que Dios fuera creado por el hombre, Su naturaleza sólo podría extenderse hasta la imaginación del hombre. El Dios de la Biblia sobrepasa nuestro entendimiento.
Un tercer punto para considerar en el asunto de si Dios está hecho por el hombre o no, es la calidad espiritual del alma humana. Cada ser humano es único y posee un sentido innato de "yo". Tenemos una comprensión innata de lo eterno (Eclesiastés 3:11) y la sensación de que hay algo más allá de este mundo. Génesis 1:27 dice que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios; Colosenses 1:16 dice que fuimos creados para Sus propósitos y Su deleite. Fuimos creados como Él en algunos aspectos, pero Él no es necesariamente como nosotros (Números 23:19).
Si Dios fuera meramente una fabricación humana, entonces surgen muchas preguntas más: ¿Qué hace que los seres humanos sean diferentes de los animales? ¿De dónde sacan los humanos las ideas de justicia, bondad, abnegación y amor — cualidades abstractas que no se encuentran en el reino animal? Tales rasgos, que se encuentran en todas las culturas del mundo, nunca habrían sobrevivido al proceso evolutivo. Sin embargo, cuando observamos esos rasgos dentro del carácter de Dios mismo, entendemos por qué los poseemos.
Otra consideración en el asunto de si Dios está hecho por el hombre o no, es la confiabilidad de la Biblia. Para afirmar que Dios no existe, uno debe tratar con la exactitud del Libro en el que se habla de Él. La Biblia es una colección de libros escritos por más de 40 autores diferentes, en un período de 1500 años, de tres continentes, y en tres idiomas diferentes. No obstante, entreteje las piezas de una sola historia como si se tratara de un rompecabezas. La Biblia es la historia de Dios en Su búsqueda incesante de redimir Su creación caída.
Si la idea de Dios es creada por el hombre, entonces en realidad no hay Dios, y la mayor pregunta que queda sin respuesta se relaciona con la complejidad y el aparente diseño del universo. Una sola hebra de ADN muestra una brillantez tan compleja como para que el azar pueda explicarla. Aparte de eso, los miles de millones de átomos, moléculas, sistemas y universos perfectamente sincronizados hablan de un Diseñador. Sacar a Dios del reino de las posibles explicaciones da lugar a muchas preguntas sin respuesta. Ninguna otra explicación tiene sentido.
No podemos simplemente eliminar la idea de Dios sin reemplazar esa idea con una explicación más razonable. Las preguntas no desaparecen eliminando la posibilidad de Dios. Sin embargo, cuando eliminamos los prejuicios y presunciones que no permiten considerar a Dios, Él sigue siendo la única explicación lógica para este asombroso mundo. La negación de Dios es una suposición fuerte, casi religiosa, que contamina su supuesta búsqueda de la verdad. Sin embargo, aquellos que realmente desean tener una mente abierta y buscar la verdad dondequiera que los lleve, descubren que la evidencia siempre lleva a Dios.