LECCIONES DE DISCIPULADO
Lección de Estudio 5:
La Batalla contra el Pecado
No le toma mucho al cristiano para darse cuenta de que aún tiene el pecado en él. Muchos creen que después de haber aceptado a Cristo como su Salvador el problema del pecado se acabó. Desafortunadamente, no es así. Aunque vamos rumbo al cielo, aún tenemos la misma carne. Todavía tenemos en nosotros la vieja naturaleza, la cual ha declarado guerra contra la nueva. Mientras estemos en esta tierra tendremos problemas con el pecado, pero no se rinda porque Dios nos ha dejado la mejor herramienta para vencer a Satanás y el pecado, la Palabra de Dios (I Corintios 6: 1-20).
Cuando empezamos nuestra jornada para vencer el pecado, lo primero que debemos tener es un conocimiento pleno de qué es el pecado. Algunos lo han definido como desobediencia a las leyes de Dios. Veamos lo que la Biblia dice. En I Juan 3:4, el pecado se define como trasgresión. Esta es una palabra interesante. La palabra misma significa el ir en contra de la ley establecida. Nos describe cómo una persona está dispuesta a seguir su propio camino. La palabra pecado también se describe como delito en Efesios 2:1. La palabra delito tiene un trasfondo interesante detrás de ella. Una palabra que va unida con la palabra delito es la palabra traspasar. En los tiempos bíblicos, la palabra traspasar debía entenderse como una línea que no podía cruzarse. En otras palabras, era un límite. Dios en su soberanía ha marcado una línea y nos ha dicho que no la crucemos. Las acciones del hombre de ir más allá de la línea se refieren como la acción de traspasar. Lo cual implica que un hombre está yendo más allá de lo que debe, eso es exactamente lo que es pecado.
En otros lugares encontraremos que se le refiere como maldad (I Juan 5:17); también como una omisión a la responsabilidad (Santiago 4:17); es todo aquello que no es de fe (Romanos 14:23). Al pecado también se le llama como los pensamientos del insensato. El pecado tiene muchos definiciones e ilustraciones, pero tal vez la última pudiera ser la que más nos pudiera ayudar. La palabra griega de donde la palabra pecado proviene literalmente significa “fallar la marca”.
En otras palabras, Dios ha puesto una marca de la cual no debemos de salirnos. Cualquiera que se sale de la marca comete pecado. Por eso es por lo que la Biblia dice que, “Todos han pecado”.
Aún más, nadie puede dar exactamente en la marca que Dios nos ha puesto “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.” Ya hemos visto como debemos de tratar con nuestra naturaleza pecaminosa ahora tomemos un momento para entender de donde viene la fuente de pecado. La fuente mayor de pecado es Satanás mismo (Juan 8:44). Es su deseo que nosotros continuemos en pecado y causar así vergüenza a nuestro Dios.
Una segunda fuente de pecado la encontramos en nuestros propios corazones (Mateo 15:19-20). Si Satanás nunca viniera y nos tentara aun así pecaríamos. Nuestro corazón es engañoso y sumamente malo. Mucho de nuestro pecado es el resultado directo de nuestro corazón. No podemos decir, “el diablo me obligó a hacerlo”. Debemos tomar responsabilidad por las cosas que nuestro corazón desea.
Otra fuente de pecado viene de la caída de Adán (Romanos 5:12-16). El pecado entró al mundo por un hombre (Adán), y así se ha pasado a todos sus descendientes. Mucha gente se mofa de Adán por causa del pecado que él trajo a este mundo. Pero, a decir verdad, tanto usted como yo hubiésemos hecho lo que Adán hizo. Tal vez la siguiente historia ayude a ilustrar el punto:
Hubo una vez un hombre muy rico. Que tenía todo lo que el dinero pudiera comprar. Tenía una gran mansión, muchos sirvientes, una casa de campo, y una cancha de tenis, etc. su casa estaba siempre llena de sirvientes. Este millonario trataba a cada uno de sus sirvientes justa y piadosamente, por cuanto él era un fiel cristiano. Un día, al estar él caminando alrededor de su casa, escuchó al jardinero maldecir como nunca lo había oído. El se ocultó para que no lo vieran y escuchó al jardinero quejarse de las espinas y los cardos, y finalmente terminó su queja maldiciendo a Adán. En este momento el dueño se le apareció a su sirviente. El jardinero se avergonzó. El dueño en una manera muy amable empezó a corregir al hombre y empezó a defender a Adán. “Si tu hubieses estado allí, mi querido siervo, tu hubieras hecho lo mismo” dijo el amo. El siervo se empezó a defender, y dijo muy enfáticamente que él no hubiera hecho tal cosa. El amo no quiso argumentar, sino invito a su siervo a venir a su casa esa noche para cenar. Era un gran honor el haber sido invitado a la mansión para cenar.
Cuando el siervo llegó, el lugar era inmaculado. La mesa estaba puesta. Era difícil describir con palabras el festín que estaba sobre la mesa, había de todo manjar sobre la mesa.
Al sentarse los dos, el amo empezó a describir cada uno de los platillos elegantes y la comida que cada uno contenía. La atención del siervo fue distraída por un platillo en particular que estaba en el centro de la mesa. -¿Qué es eso que está cubierto?- preguntó. -¡Oh, eso es algo especialmente para mí! , hay algunas cosas las cuales no quiero compartir; por tanto, no te preocupes acerca de ese platillo; ¡disfruta todos los demás!-. Parecía lo suficiente razonable, por cuanto el siervo tenía suficientes platillos elegantes de los cuales escoger.
A mediados de la cena el amo fue llamado para contestar una llamada telefónica. Mientras el siervo continuaba con su comida, sus ojos seguían mirando hacia aquel platillo cubierto. - Me pregunto qué es lo que hay allí que mi amo no quiere compartir conmigo- Al pasar el tiempo su curiosidad seguía creciendo. Simplemente él tenía que saber que era lo que había en ese platillo. Lentamente y en forma discreta, se cercioró que nadie le estaba mirando. Y en una manera quieta se levantó de su silla y fue hacia el platillo cubierto. El tenía que saber que era de lo que se estaba privando. Al descubrir el platillo, se dio cuenta que no había comida en tal platillo. Solo había allí una nota que decía: “¡Maldice a Adán!”
El siervo agachó su cabeza. su amo regresó al cuarto. Cada uno río fuertemente, mas una lección se había aprendido. Aunque no haya nadie para tentarnos, nuestra carne es suficiente para llevarnos a pecar.
El pecado se puede agrupar en diferentes categorías. Hay pecados nacionales, personales, secretos, abiertos, voluntarios, y muchos más. Pero, lo importante no es recordar las categorías. Lo importante es recordar el precio – porque la paga del pecado es la muerte. ¡Si usted no vence su pecado, el pecado le vencerá a usted!
Si lo único que busca es diversión, los placeres del pecado son temporales. El resultado inevitable es una vida de vergüenza, culpa, y derrota. No se puede hacer lo incorrecto y pretender que no tendrá un precio. El pecado le llevará mucho más allá de donde quiere llegar, se quedará con usted mucho más de lo que quiere que se quede, y le costará mucho más de lo que quiere pagar.
Hay una batalla con el pecado. Nuestro enemigo logra disfrazarlo como algo placentero. Es como ver la foto de una manzana grande, roja y jugosa, pero lo que no nos enseña es el gusano que está saliendo por la parte de atrás de la manzana. El sólo nos muestra el placer temporal e inmediato.
Nunca se olvide de la siguiente descripción de pecado:
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El pecado es una MENTIRA (Juan 8:44).
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El pecado es ENGAÑO. (Romanos 7:11)
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El pecado es OSCURIDAD (Juan 1:5; 3:19-21).
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El pecado es SEPARACION de Dios.(Romanos 3:23)
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El pecado es PERVERSION. (Colosenses 3:5-9)
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El pecado es SERVIDUMBRE. (Juan 8:34)
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El pecado es VACIO. (Apocalipsis 3:17)
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El pecado es ERROR. (Colosenses 3:25)
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El pecado nos hace CULPABLES ante Dios (Gálatas 3:10).
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El pecado produce un estado de MALDAD. (Gálatas 5:19-21)
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El pecado ARRUINA la vida y la esperanza. (Romanos 3:10-18; 6:20-21)
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El pecado resulta en CONFUSION (Romanos 7:19-20).
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El pecado PROFANA Y PUDRE el alma ( Apocalipsis 18:4-5)
Es fácil para nosotros decir que nunca llegaremos hasta ese punto de pecado; solo tenemos "pecaditos pequeños”. La Biblia dice que dejemos el todo peso del pecado y que corramos con paciencia la carrera (Hebreos 12:1). Si no aprendemos a tener victoria en nuestra vida cristiana, tendremos que pagar nuestra culpa como hijos de Dios que somos:
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Perderemos nuestra comunión con el Señor (I Juan 1:6).
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No tendremos poder en nuestra vida de oración (I Pedro 3:7).
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Seremos disciplinados por nuestro Padre Celestial (Hebreos 12:5-11).
Con todo lo que hemos visto acerca del pecado, es tiempo de entender lo que la Biblia nos dice y nos instruye a hacer para poder vivir vidas santas, vidas victoriosas ante El. Es claro que Cristo no quiere que vivamos vidas de pecado. Si eso es el caso, debe entonces haber instrucción para evitarlo.
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Haga uso de la Palabra de Dios (Salmo 119:11).
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Camine en el Espíritu (Romanos 8:1-14).
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Evite amistades impías (I Timoteo 5:22).
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Confiese pecado ante Dios (I Juan 1:8-9).
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Practique el amor y no el odio (I Pedro 4:8).
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Vaya constantemente a su Abogado (I Juan 2:1).
No hay “secretos” para una vida cristiana. Dios nos ha dicho todo lo que necesitamos saber. No hay atajos en la carrera cristiana, pero Dios nos ha dado “metas cortas” para completar la carrera. No habrá un día en el cual hayamos alcanzado la cima de la perfección y de una vida sin pecado, pero eso no es una excusa para dejar de escalar la montaña.
Un día, estaremos frente a nuestro Señor. Nuestra meta debería de ser pararnos frente a El, dándonos cuenta de nuestros defectos, pero también sabiendo que hemos hecho lo mejor que pudimos. Que las verdades de este capítulo le ayuden a tener victoria en su vida.